España necesita urgentemente un gobierno de progreso que dé estabilidad al país: la marcha de nuestra economía no puede esperar ni un minuto más y requiere de soluciones difíciles para tiempos también difíciles
El futuro inmediato que se nos avecina se presenta como una tormenta perfecta: la imposibilidad de formar Gobierno nos aboca a un nuevo proceso de elecciones generales en un escenario marcado por la amenaza de un Brexit salvaje, las consecuencias negativas de la guerra comercial entre las dos grandes superpotencias, y la cada vez más evidente ralentización económica de la zona euro. Las señales de alarma son indudables y la cuadratura del círculo parece cada vez más irresoluble.
Es evidente que España necesita urgentemente un gobierno de progreso que dé estabilidad al país. Urgente y necesario. La marcha de nuestra economía no puede esperar ni un minuto más y requiere de soluciones difíciles para tiempos también difíciles. No es momento para echar en cara la responsabilidad de cada partido en esta parálisis política ni para culpar a unos o a otros. Los retos económicos que se nos avecinan son de tal calado que regresar al mismo punto de partida puede significar perder la oportunidad de salir indemnes de una probable nueva recesión. A día de hoy, nadie nos asegura que, tras las elecciones del próximo mes de noviembre, la situación vaya a cambiar para mejor. Los trabajadores y trabajadoras de este país no pueden permitirse que una nueva crisis hunda las esperanzas de recuperar los derechos y condiciones laborales perdidos en los últimos años.
Necesitamos compromisos de futuro y un gobierno estable capaz de reconducir la política económica y dar dinamismo a nuestras empresas y sectores industriales. Y como vengo reclamando desde hace tiempo, necesitamos alcanzar con urgencia un Pacto de Estado por la Industria que promueva las medidas imprescindibles para sortear la recesión y situar a nuestro país en condiciones idóneas para abordar con responsabilidad retos como la digitalización, la industria 4.0 o la transición energética negociada y justa.
A las puertas de una posible nueva recesión, y zarandeados por la guerra comercial y un Brexit brutal, no podemos escondernos en nuestra concha a esperar que pasen los nubarrones o a que los nuevos comicios den esa teórica mayoría que, sin embargo, las encuestas siguen negando. Necesitamos, más que nunca en nuestra historia reciente, políticos con visión de estado y altura de miras (de todas las ideologías) que posibiliten, por acción u omisión, un nuevo gobierno que sea la expresión de la mayoría de la ciudadanía que salga elegida de las urnas. No podemos permitirnos de volver a repetir los mismos errores.
Nuestra economía y nuestra industria no entienden de esperas ni de nuevas elecciones. Es urgente que la economía española alcance cuanto antes la estabilidad política necesaria para poder abordar con garantías medidas en materia de política industrial, laboral, fiscal e inversiones en infraestructuras que promuevan la competitividad, la innovación tecnológica y la internacionalización. Y aunque los analistas económicos dibujan un panorama que hace improbable una recaída a corto plazo de nuestro país en la crisis, las amenazas que vienen del exterior en el actual modelo de globalización, unidas a la parálisis política interna, pueden precipitar el actual escenario de ralentización a otro de recesión económica pura y dura.
De hecho uno de los indicadores claves para prever la evolución futura de la economía, el índice de producción industrial (IPI), volvió a caer en julio por segundo mes consecutivo, una vez eliminados los efectos estacionales y de calendario (-0,4% en julio y -0,2% en junio). Estos datos se enlazan, además, con la evolución del PIB y del empleo, que desde comienzos de año evidencian una preocupante desaceleración (el peor registro en cinco años).
Nuestra experiencia sindical nos dice, sin embargo, que nunca hay que tirar la toalla, incluso cuando todas las variables se ponen en nuestra contra, y que más vale un acuerdo algo menos bueno al perseguido inicialmente que la perspectiva de una confrontación de consecuencias imprevisibles o de algo peor. Los acuerdos que desde UGT FICA hemos negociado y alcanzado en condiciones muy difíciles, nos hacen ser moderadamente optimistas sobre la evolución más inmediata de nuestra economía. Desgraciadamente no puedo decir lo mismo de la situación política porque, a día de hoy, nada ni nadie nos asegura que en noviembre vayamos a tener un Gobierno estable.
Debemos ser capaces de despejar los nubarrones que se ciernen sobre el país para poder enfrentarnos a un futuro a corto plazo en el que, a la amenaza de recesión se oponga una acción política y económica decidida, fruto del acuerdo, y que tenga en cuenta los intereses de los trabajadores y de las trabajadoras de este país, que son quienes siempre pagan el precio de los errores. Evitar la tormenta perfecta, todavía está en manos de la clase política y del conjunto de los agentes sociales.
Pedro Luis Hojas
Secretario General de UGT FICA