Los sucesivos Gobiernos de nuestro país, en las últimas décadas, se han venido obcecando en un modelo productivo poco eficiente que nos ha dejado un sector industrial frágil, cuyas debilidades han quedado al descubierto con la pandemia del COVID-19.
Cuando todavía no hemos terminado de encajar sus consecuencias sanitarias y nuestra Sanidad pública sigue luchando para paliar sus efectos, sus repercusiones económicas apenas han empezado a asomar por el horizonte. La amenaza es real y nuestro país se enfrenta a uno de los desafíos económicos más grandes de su historia reciente y para ello necesita de la solidaridad de todos, inteligencia colectiva y autoridad moral de la clase política. Sin embargo, el consenso alcanzado por los grupos políticos al principio del Estado de Alarma se ha ido diluyendo en viejas rencillas partidistas, para dar lugar a una situación parlamentaria más propia de un patio de vecinos que a un foro para defender los intereses generales de nuestro país. Así, tras llevar más de un mes constituida la comisión parlamentaria para el necesario Pacto de Reconstrucción, sus resultados prácticos apenas son destacables.
Resulta paradójico que, con ocasión de la crisis económica anterior de los años 2008 y 2009, cuyas consecuencias hemos venido arrastrando prácticamente desde entonces, nuestra clase política fuera capaz de alcanzar un acuerdo en apenas 24 horas para modificar la Constitución de forma que se estableciese la prioridad de pagar la deuda de nuestro país antes que cubrir las necesidades económicas para atender el resto de las partidas de los Presupuestos Generales del Estado. Ahora, ante una situación tan grave o más que la que se nos presentó en aquel entonces, parece que el consenso es imposible, y mientras nuestro país se desangra industrialmente.
Nuestra clase política se debate en guerras estériles y poco constructivas en vez de aunar esfuerzos para conseguir un amplio acuerdo que evite que los efectos de la crisis aparejada a la pandemia se queden enquistados en nuestra economía y en nuestra sociedad. Pero la realidad es terca y no puede esperar a que nuestros representantes políticos alcancen la madurez suficiente para estar a la altura de las circunstancias y actuar como la sociedad española les está exigiendo.
Desde UGT FICA nuestra propuesta no puede ser más clara: Salvar la Industria para salvar el país. Nuestro principal caballo de batalla ha sido siempre la consecución de un Pacto de Estado por la Industria para asegurar el empleo y garantizar el tejido industrial a través de inversiones en políticas de I+D+i y de desarrollo tecnológico y digital, para facilitar innovación en las empresas y aumentar la generación de producciones de mayor valor añadido. Ahora las consecuencias de la pandemia nos han dado tristemente la razón, evidenciando la necesidad de un sector productivo fuerte que tenga capacidad de dar respuesta rápida a la adversidad.
Ahora es el momento de hacer una apuesta decidida por la Industria. Consideramos que la reconstrucción económica pasa necesariamente por enmendar los errores del pasado afrontando el futuro con estrategias y políticas diferentes. El Pacto de Reconstrucción debe contemplar la necesidad imperiosa de dotarnos de un modelo productivo más fuerte, resiliente, próspero y justo. Un modelo basado en una industria potente, capaz de generar un sólido crecimiento económico que posibilite un desarrollo sostenible y la capacidad de recuperar y generar empleos de calidad.
Una estrategia que además posibilite fabricar en territorio nacional productos y componentes para las industrias que se consideren estratégicas y con ello reducir nuestra dependencia de terceros mercados. A tal efecto, desde nuestra Federación hemos urgido al Gobierno a elaborar un mapa preciso como país de las industrias o sectores industriales considerados esenciales y estratégicos para España, con el objeto de crear un tejido industrial nacional fuerte que pueda soportar cualquier adversidad que se nos presente en el futuro. No podemos permitirnos que se vuelvan a repetir las importantes dificultades que hemos atravesado para el abastecimiento de bienes básicos y elementos sanitarios esenciales durante esta pandemia. Es imprescindible apoyar la inmediatez, eficacia y calidad de los productos de las industrias españolas, y ponerlos en valor.
Asimismo, debemos situarnos en igualdad de condiciones que el resto de los países europeos y, al igual que Francia y Alemania han adoptado medidas proteccionistas de apoyo a su industria inyectando ayudas millonarias a sus empresas sin esperar a que la Unión Europea coordine una política única de reactivación industrial, utilizar las mismas armas para defender a ultranza nuestras empresas y trabajadores porque están en juego miles de puestos de trabajo de calidad y con derechos difícilmente recuperables. España no puede jugar en desventaja, debe actuar ya habilitando ayudas directas similares a las adoptadas por estos países para defender nuestros intereses.
Nuestra industria ha demostrado sobradamente tener capacidad para reinventarse, pero esa capacidad hay que organizarla y fomentarla a través de medidas e inversiones para poder competir en los mercados. Y eso no depende sólo de la buena voluntad y las buenas palabras, depende de que haya un plan estatal del Gobierno para defenderla. Ahora tenemos la oportunidad de definir la estructura económica queremos para nuestro país, y es urgente que el eje del Plan de Reconstrucción tenga su base en la reindustrialización para dotar de suficiente solidez la economía española y hacer frente a los retos presentes y futuros.
Emplazamos a la clase política a priorizar los intereses generales del país y actuar de una vez por todas. Necesitamos urgentemente hechos, porque si esperan mucho para lograr un acuerdo se abre la terrible posibilidad de que haya poco que rescatar. La Industria no puede esperar más.